jueves, 27 de octubre de 2016

Poesía del mundo: Katerina Gogou


Con esto de conocer gente de otras partes del mundo, a uno se le hace más fácil eso de conocer poesía. Y gracias a ello, hoy traigo un nombre que pocos, o ninguno, conocería,empezando por un servidor. Pero ¡para eso está Poesía En Un Telescopio! Así que allá vamos.

Katerina Gogou, nacida en Atenas en el año de 1940, fue actriz, poeta y escritora. Participó en más de treinta películas, todas ellas griegas, y su obra literaria, influenciada por la ocupación nazi, la Resistencia y la Guerra Civil, consiste en algunos títulos como Tres taconeos de sobra (poesía, 1983), Mi nombre es La Odisea (autobiografía inacabada publicada post-mortem, murió en 1993) e Idionimo (en griego, es el nombre que se le dio a una ley específica que castigaba el comunismo y toda idea revolucionaria), título que incluye el poema con el que acompañamos la entrada de hoy. El poema no lleva título, sino un número: el treinta y dos, pues fue el trigésimo segundo poema del libro.


Siento no haber podido recabar más información, pero en este enlace tenéis una página más que recomendada acerca de su persona y obra. Aviso: está en inglés.

Aviso número dos: el poema lo he traducido yo mismo (del griego al inglés y del inglés al español). A mí me tocó la segunda parte.


Llegará el día en que todo cambiará.
Recuerda esto, María.
¿Recuerdas, María, cuando en el receso del juego
corríamos con un bastón?
-no me mires, no llores-. Tú eres la esperanza.
Escucha, llegará el día
en el que los hijos elegirán a sus padres;
no nacerán por azar.
No habrá puertas cerradas,
con gente afuera inclinada
y el trabajo,
lo elegiremos nosotros.
Nosotros no seremos caballos mirándonos los dientes los unos a los otros
(refrán griego: no nos respetarán).

Gente, ¡pensad! Hablaremos con los colores
y otras notas musicales.
Tan solo
guarda en una botella con agua
palabras y significados como estos:
inadaptado, opresión, soledad, recompensa, adquisición, degradación;
para la lección de Historia.
Existen, María -y no quiero mentirte-
tiempos duros.
Pero no habrán más.
No sé -no esperes más de mí-
si eso fue todo lo que he vivido, todo lo que he aprendido, todo lo que he dicho
y de todo cuanto he leído, conservo una cosa:
“Lo verdaderamente importante es seguir siendo humanos”.
¡Cambiaremos el significado de la vida!

A pesar de todo ello, María.

sábado, 22 de octubre de 2016

Robert Herrick

(Portada de Hespérides).

Poco se sabe de la figura de Robert Herrick, poeta inglés y caballero nacido en 1591. Tenía un gran ingenio, algo que se puede ver fácilmente en su obra, publicada bajo el título de Hespérides, obras divinas y humanas publicada en 1648 y que reúne los 1200 poemas que escribió. Las hespérides, en la mitología griega, eran mélides, ninfas de árboles frutales.

Quizás, de entre todos esos poemas, el más conocido sea "A las vírgenes, para que aprovechen el tiempo" (sobre todo la primera estrofa):

Coged las rosas mientras podáis,
veloz el tiempo vuela;
la misma flor que hoy admiráis
mañana estará muerta.

La gloriosa lámpara celeste, el sol,
cuanto más alto ascienda
antes llegará a su camino
y más cerca estará del ocaso.

Los primeros años son los mejores,
cuando la juventud y la sangre están más calientes;
pero consumidas, la peor, y peores tiempos
siempre suceden a los anteriores.

Así que no seáis tímidas, aprovechad el tiempo
y mientras podáis, casaos:
pues una vez que hayáis pasado la flor de la vida
puede que esperéis para siempre.

('Gather ye rosebuds while ye may', por John William Waterhouse).

Claro que, en su lengua original, suena mucho mejor, aun sin que uno sepa lo que ahí pone:

Gather ye rosebuds while ye may,
old time is still a-flying;
and this same flower that smiles today,
to-tomorrow will be dying.

The glorious lamp of heaven, the sun,
the higher he's a-getting,
the sooner will his race be run,
and nearer he's to setting.

That age which best is the first,
when youth and blood are warmer;
but being spent, the worse, and worst
times still succeed the former.

Then be not coy, but use your time,
and while ye may, go marry:
for having lost but once your prime,
you may for ever tarry.

lunes, 17 de octubre de 2016

Poesía y música para Ana Frank

Me encuentro estos días leyendo El diario de Ana Frank y, por unas u otras razones, di con un vídeo maravilloso, vídeo que dejo al final del post. El vídeo es una canción tributo a Ana Frank y su historia, conocida por todos.

Tributos a esta figura histórica hay muchos, pero hubo uno que me llamó especialmente la atención. Tanto, que ha acabado en este blog. Y si me ha llamado la atención ha sido por su letra, que más que letra me parece poesía. Y si no, juzguen ustedes mismos.

¡Ah! El autor del vídeo, la letra y la música es Juan Morgan, un ciudadano de a pie que, como mínimo, merecía mención.




En el sombrío olvido de las páginas de un libro 
encontré el pensamiento olvidado por los años
de una mujer que ahora viaja por el tiempo
y sus cenizas son ya parte del viento.

Dio sus primeros pasos en el viejo continente.
Su tímida sonrisa fue alegría de sus padres
en tiempos donde el odio se adueñaba de la gente
y el ruido de las bombas era pan de cada día.

Ana está sentada en aquel obscuro rincón.
A contraluz de una linterna plasma parte de su alma.
Hay latidos de su corazón en cada página
y la tinta es sangre de su tierno corazón.

Ana es la caricia de una madre, es la belleza de una tarde, es aquella tenue puesta de sol.
Ana es la quietud de mar adentro, es la suavidad del viento acariciando las alas de un gorrión.
Y conoció el amor bajo un suelo de madera
con un fugaz beso, su pudor por vez primera
y sin ver el sol sintió el candor de primavera
entre ruido de bombas
desde su trinchera.

Ana va sentada en un pétalo en el viento y va tocando corazones. Es viajera ya del tiempo.

jueves, 13 de octubre de 2016

Bob Dylan, Nobel de Literatura


Bueno, pues ya es oficial: Bob Dylan es Nobel de Literatura. Y como no podía ser de otra manera, lo mínimo que podemos hacer desde Poesía En Un Telescopio es hacer mención a tan destacado tema.

Muchos lo conocen de nombre, pero no todos saben quién es -o fue- verdaderamente: es Dios. Y el que no me crea, que escuche Knockin' on Heaven's door o Blowin' in the wind o acaso The times they are a changin'. Casi vale cualquier título. 




La razón del recibimiento de este premio viene, según la secretaria de la Academia Sueca Sara Danius, por "haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición de la canción americana".  Así es. Cambió el concepto de canción pop. Completamente.

(Un joven Dylan en su apartamento de Greenwich Village, Nueva York).

Y podría hablar y hablar, pero acabaría aburriendo, así que les dejo con un dato curioso: Nicanor Parra ya pidió el premio Nobel para este artista de los que no quedan. Pero amigos, los tiempos han cambiado.










domingo, 9 de octubre de 2016

Los Beatles y García Márquez

Por muchos es sabida mi afición a los Beatles y García Márquez. Pero si juntamos estas dos variables en una sola, a uno no le salen las palabras. Y como ayer, 8 de octubre, fue -o sería- el septuagésimo cumpleaños del inolvidable John Lennon, la entrada de hoy trata de todos estos elementos que, como ahora veremos, algo tenían en común.

Y es que, el 17 de abril de 2014, moría Gabriel García Márquez y fue también ese mismo día que se dio a conocer un texto suyo en el que hablaba de la archiconocida banda de Liverpool. Hasta las cartas que escribía son verdaderas joyas de arte. Ahí va:

"Así es: la única nostalgia común que uno tiene con sus hijos son las canciones de los Beatles. Cada quien por motivos distintos, desde luego, y con un dolor distinto, como ocurre siempre con la poesía. Yo no olvidaré aquel día memorable de 1963, en México, cuando oí por primera vez de un modo consciente una canción de los Beatles. A partir de entonces descubrí que el universo estaba contaminado por ellos. En nuestra casa de San Ángel, donde apenas si teníamos donde sentarnos, había solo dos discos: una selección de preludios de Debussy y el primer disco de los Beatles.

Por toda la ciudad, a toda hora, se escuchaba un grito de muchedumbres; "Help, I need somebody”. Alguien volvió a plantear por esa época el viejo tema de que los músicos mejores son los de la segunda letra del catálogo: Bach, Beethoven, Brahms y Bartok. Alguien volvió a decir la misma tontería de siempre: que se incluyera a Bosart. Alvaro Mutis, que como todo gran erudito de la música tiene una debilidad irremediable por los ladrillos sinfónicos, insistía en incluir a Bruckner. Otro trataba de repetir otra vez la batalla a favor de Berlioz, que yo libraba en contra porque no podía superar la superstición de que es oiseau de malheur, es decir, pájaro de mal agüero. En cambio, me empeñé, desde entonces, en incluir a los Beatles. Emilio García Riera, que estaba de acuerdo conmigo y que es un critico e historiador de cine con una lucidez un poco sobrenatural, sobre todo después del segundo trago, me dijo por esos días: “Oigo a los Beatles con un cierto miedo, porque siento que me voy a acordar de ellos por todo el resto de mi vida”. Es el único caso que conozco de alguien con bastante clarividencia para darse cuenta de que estaba viviendo el nacimiento de sus nostalgias. Uno entraba entonces en el estudio de Carlos Fuentes, y lo encontraba escribiendo a máquina con un solo dedo de una sola mano, como lo ha hecho siempre, en medio de una densa nube de humo y aislado de los horrores del universo con la música de los Beatles a todo volumen.

Esta tarde, pensando todo esto frente a una ventana lúgubre donde cae la nieve, con mas de cincuenta años encima y todavía sin saber muy bien quién soy, ni que carajos hago aquí, tengo la impresión de que el mundo fue igual desde mi nacimiento hasta que los Beatles empezaron a cantar. Todo cambio entonces. Los hombres se dejaron crecer el cabello y la barba, las mujeres aprendieron a desnudarse con naturalidad, cambió el modo de vestir y de amar, y se inicio la liberación del sexo y otras drogas para soñar.

Fueron los años fragorosos de la guerra de Vietnam y la rebelión universitaria. Pero, sobre todo, fue el duro aprendizaje de una relación distinta entre los padres e hijos, el principio de un nuevo diálogo entre ellos que había parecido imposible durante siglos".