Poesía no son solo palabras; poesía es abrir la mente, cultivarse como individuo (ahí tenemos ese maravilloso Educar, de Celaya).
La poesía no es algo a lo que se le dé importancia -o al menos no la que debiera- en la escuela. De hecho, muy pocos niños se sienten atraídos por ella. Y si surge interés, es ya a partir de una edad algo más adulta. Así, y considerando la importancia de este bello arte, Poesía En Un Telescopio pretende su divulgación, ya sea a través de versos o poemas de autores reconocidos (y otros no tan reconocidos, empezando por un servidor) o hablando acerca de algo relacionado con ella (por ejemplo, la publicación de una antología de poemas).
Para terminar esta primera entrada, quisiera daros la bienvenida a vosotros, lectores, que por alguna u otra razón habéis llegado hasta aquí (¿será el destino?) y animaros a que esta no sea la única vez que os dejáis pasar. Me despediré con un poema que escribí en mayo de este mismo año y que dediqué a Ana, una gran mujer a la que le doy las gracias por haberme inspirado a escribirle estos versos. Espero que lo disfrutéis y que os llene una mínima parte de lo que a mí me llena.
Muchas gracias. Y a propósito: mi nombre es Javier.
Lo mejor de Ana
Lo mejor de Ana
no son sus pies bajo las sábanas.
No lo es tampoco su mirada;
Al igual que tampoco lo son
sus pies pisando hierba mojada.
¿Lo será su pequeño ombligo,
umbral de universos desconocidos?
Puede que sean sus manos
o puede que sea su pecho.
No lo es,
ni tan siquiera,
la luna colgando de su frágil cuello.
Y me cuesta decirlo,
pero tampoco lo es su pelo.
Lo mejor de Ana
no son los lazos azules
que pone alrededor de todo su cuerpo.
Tampoco su espalda al descubierto.
Ni sus zapatos sobre las hojas del suelo.
Ni ella poniéndose vestidos,
ni yo quitándole sus besos.
Nada.
Quizás lo sean sus secretas palabras
que vi escritas sobre su cama.
Y aunque el sol la alumbre,
no habrá nada más bello que ella,
porque lo mejor de Ana,
es Ana.
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