Cuentan que Quevedo, ese poeta que escribió el archiconocido "érase un hombre a una nariz pegado", poseía un humor como nadie. Tanto es así que, en cierta ocasión, se apostó con un amigo, quién sabe el qué, a que llamaría a la por entonces reina de España Isabel de Borbón "coja" delante de todo el mundo, remarcando su defecto físico. Y así fue.
Compró el poeta un ramo de flores, claveles y rosas, y ya en palacio le dijo a la reina:
- Señora, traigo un ramo que solo será el anticipo del que os traeré. Desconociendo vuestra flor favorita, entre el clavel y la rosa, su majestad escoja.
Como ven, lo único que uno necesita para quedarse con la gente es un poco de ingenio. Y a propósito: el nombre que recibe este juego de palabras tan simpático es calambur.
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