Gracias por estar.
No me acostumbro a vivir sin ella. Todo se ha vuelto más aburrido y las veces que por casualidad llueve y me encuentro fuera de casa, decido no darme prisa en llegar. Me abruma pensar que cuando lo haga, ella no estará allí. Qué pena que se me hayan acabado las fuerzas, pues qué irremediables ganas de llorar…
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