Cuando un recuerdo se queda para siempre, queda también para siempre el poema.
Era
viernes.
Sus
ojos se cerraron,
como
se cierra una ventana
que
no quiere dejar pasar el frío.
Ya
dormida, con los brazos en flor,
su
respiración marcaba el compás del sueño;
un
baile, quizás,
o
quizás un eco.
Era
viernes.
Sus
ojos miraban sus ojos.
En
sus sueños, silencio;
en
sus ojos, sueños.
(Y
un silencio.
Infinito.
Tremendo).
Tremendo).
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