Pedro Salinas (1891 - 1951) se ha convertido en un nombre imprescindible para todo aquel que se inicia en la poesía.
La obra de este poeta está compuesta por poesía, ensayos, epístolas, traducciones y novelas. Estudió Filosofía y Letras y publicó sus primeros poemas en 1911, en aquella inolvidable Prometeo, de Ramón Gómez de la Serna.
Un ejemplo de su intelecto y sensibilidad es en el que ilustra cómo un elemento muerto, en este caso las teclas de una máquina de escribir, cobra vida gracias a las manos de un poeta. ¿Serán las del propio Salinas? Sea como fuere, la brillantez con la que trata tal tema es espeluznante.
Underwood Girls
Quietas, dormidas están,
las treinta, redondas, blancas.
Entre todas
sostienen el mundo.
Míralas, aquí en su sueño,
como nubes,
redondas, blancas, y dentro
destinos de trueno y rayo,
destinos de lluvia lenta,
de nieve, de viento, signos.
Despiértalas,
con contactos saltarines
de dedos rápidos, leves,
como a músicas antiguas.
Ellas suenan otra música:
fantasías de metal
valses duros, al dictado.
Que se alcen desde siglos
todas iguales, distintas
como las olas del mar
y una gran alma secreta.
Que se crean que es la carta,
la fórmula, como siempre.
Tú alócate
bien los dedos, y las
raptas y las lanzas,
a las treinta, eternas ninfas
contra el gran mundo vacío,
blanco en blanco.
Por fin a la hazaña pura,
sin palabras, sin sentido,
ese, zeda, jota, i...
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