martes, 15 de noviembre de 2016

Poesía: revolución de revoluciones

La poesía puede cambiar el mundo, sí. Y lo está haciendo.

Quizás el nombre de Alfredo Pérez Alencart no les suene, pero pronto lo hará. Y es que este poeta peruano-español ha reunido bajo un mismo título (No resignación) poemas contra la violencia machista. El libro, cuya presentación tendrá lugar este mismo jueves día 17 a las 20:00 en el Teatro Liceo de Salamanca, cuenta con la voz de 135 poetas, ni más ni menos, desde Grecia (Dyonisia Karpouzis) hasta Estonia (Jüri Talvet), pasando por Italia (Igor Costanzo) o Rumanía (Carmen Bulzan), entre otros. De todos los contientes, vaya.

(Alfredo Pérez Alencart y la concejala de Salamanca Cristina Klimowitz).

En palabras del propio poeta, "me ha agradado constatar que casi la mitad de los poetas del libro son hombres. Esto indica que mucho va cambiando". La antología cuenta, además, con dibujos y litografías del artista salmantino Miguel Elías.

Y a propósito: la presentación consistirá en una velada poético-musical que contará con la presencia y voz de veinte poetas y la participación especial de «Concierto3», con temas musicalizados para la ocasión. Está previsto entregar un ejemplar de la antología a todos los asistentes.

Os dejo con un poema de este maravilloso revolucionario titulado "Decimos hoy", del 2013 y que no pertenece a susodicha antología.


Decimos que la voz del justo nunca es un amuleto
y que siempre está de viaje hacia su múltiple destino,
pues rema o centellea dentro de un corazón litigando
por rasgar patrañas y bostezos de los confabuladores.

Decimos que todavía nieva sobre la cruz inabarcable
y que siguen floreciendo enfebrecidas tardes muertas
donde acampan los que urden estragos o traiciones.

Decimos que ante el Poeta no hay adiós cielo arriba
y sí hermandad vertiginosa acogiéndolo con palmas
antes, durante y después de ardientes resurrecciones.

Decimos que no existe tregua al momento de Amar,
que el querer se cuece a fuego lento, tomando forma
en el equilibrio de dos que van soldándose en uno.

Decimos que la envidia es el infierno que más quema
y que sus denodados tentáculos atraviesan centurias,
igual que en días remotos, con sus hirientes certezas.

Decimos que se debe ser fuerte y resistir iniquidades
con las manos en alto bajo el son del sosiego, bajo
el blanco alud ultramundano que patrulla cual ángel.

Decimos hoy que hemos tallado nuestros nombres
huéspedes en todas las piedras de la ciudad  dorada.

(Para el Poeta que no envejece
ni en cinco siglos a la redonda).

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