jueves, 26 de mayo de 2016

Javier Krahe


Muchos pensarán en aquella mítica Mandrágora cuando el nombre de Javier Krahe les es mencionado. Y no es para menos.

La mandrágora fue un ábum grabado en directo en 1981 junto a Joaquín Sabina, que por entonces no era conocido y Alberto Pérez Lapastora. Tal álbum supuso un gran impulso para estos tres jóvenes cantautores. Pero hoy nos centraremos en el primer nombre dicho aquí: Javier Krahe.

Javier Krahe de Salas de nombre completo nace en Madrid en el año 1944. Algo que sus padres no sabían por aquel entonces era que su hijo se convertiría en una de las figuras españolas más influyentes y queridas de los últimos años.

(Un joven Krahe).

Las letras de Javier Krahe se caracterizan por la comedia y la ironía, tan presentes siempre y su ritmo, son muy musicales. Llegó a grabar quince discos e incluso a fundar un sello discográfico, 18 chulos, junto a Joaquín Sabina, El Gran Wyoming, Pepín Tré, Santiago Seguro, Carlos Faemino y Pablo Carbonell.

Como poeta no llegó a publicar ninguna obra, sino que esta se encuentra en sus canciones, es decir, sus poemas son las letras de sus canciones. Y el poema con el que nos despedimos hoy lleva por título "Sortijas y gestos" y se puede ver interpretada en su versión más temprana en este vídeo, en el minuto 00:47. 


Sortijas y gestos

Te conocí a media tarde
y a media tarde te pierdo.
Minutos tuve tu risa,
minutos solo tus besos.
Mi corazón entornado
tú lo querías abierto
de par en par,
de par en par lo querías
y yo guardaba silencio.
Y tú cada vez más rica
y yo cada vez más seco,
miré en tus ojos azules
y ya te echaba de menos.

Y me contabas mil cosas,
tenías diez mil proyectos
y todos eran urgentes.
Y yo, persiguiendo el viento.
Qué pena de ley de vida,
qué pena de ley del tiempo.
Qué pena, sí,
qué pena no hablarte más
ni de cerca ni de lejos.
Todos te estaban llamando:
paisajes, cunas, misterios,
las luces del mediodía,
otro hombre, el mundo entero.

Soltase una lagrimilla,
te guardaste mi pañuelo,
el taxisto gruñó: "vaya dos"
y te llevó al aerpuerto.

Que sigas por ahí, tan guapa,
que llegues alto en tu vuelo,
que anides en tus amores
y que me sigas queriendo.
Si, a veces como decías,
acurrucas tus adentros,
piensa que a mí, vida mía,
me sonríen tus recuerdos.
Que aunque no vea ya nunca
tus sortijas ni tus gestos
están aquellos minutos,
muy pocos pero muy cierto,
brillantes contra el olvido,
rondando siempre mis sueños.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Cultivando poesía (VI)

Llegará el día en que no pueda compartir mi poesía por haberla subido toda ya. O con intervalos más grandes de tiempo... Sea como fuere, aquí va el sexto poema de cosecha propia que comparto con ustedes.

Gracias por leer.


¿Qué será de mí
cuando yo me vaya?

Quizás vengan tus manos
a verme partir;
quizás tus labios
a mi frente,
que a todas horas piensa en ti.

¿Qué será de ti
cuando yo me vaya?

Mis manos no irán a tus manos;
mis labios no irán a tus labios;
pero esta frente mía
seguirá pensando en ti.

viernes, 13 de mayo de 2016

Miguel Hernández


Miguel Hernández Gilabert (Orihuela, España, 1910) siempre fue un enamorado de la poesía clásica. Tanto, que sus grandes influencias fueron Garcilaso, Góngora, Quevedo y San Juan de la Cruz, gracias a quienes desarrolló su capacidad para la poesía, pues a los quince años de edad hubo de abandonar la escuela para dedicarse al cuidado del ganado.

Pero quien de verdad le alentó en este mundillo que es la poesía fue Ramón Sijé, quien curiosamente no fue poeta, sino escritor, además de periodista y abogado. Fue él quien, de hecho, le enseñó a los autores clásicos, corregía su obra y le animó a seguir con su actividad creadora.

Por aquel entonces (1925) y junto a los amantes de las letras, comenzaron a haber tertulias al respecto en la panadería de los hermanos Fenoll. Pero no es hasta 1930 que nuestro poeta no da el paso y empieza a publicar poemas en el semanario El Pueblo de Orihuela y el diario El Día de Alicante.

(Antigua tahona de los hermanos Fenoll).

(Mismo sitio, actual calle Miguel Hernández, nº5).

Fueron tales las ganas de darse a conocer que viajó a la capital con algunos poemas bajo el brazo y algunas recomendaciones, aunque tuvo que volverse a su pueblo natal. Aun así, la experiencia le sirvió de inspiración para escribir la que quizás sea su obra cúlmen: Perito en lunas (1933), su primer libro.

Otras obras suyas fueron: Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras (1933), poesía; Los hijos de la piedra (1935), teatro; o El rayo que no cesa (1936), poesía.

Miguel Hernández fue condenado a pena de muerte al intentar cruzar la frontera España-Portugal al acabar la guerra. Murió en la enfermería de la prisión de Alicante a las 5:32 de la mañana de 1942 de tuberculosis, a la edad de treinta y un años. Al parecer no pudieron cerrarle los ojos, lo que le sirvió a Vicente Aleixandre para componer la preciosa "Elegía (en la muerte de Miguel Hernández" (enlace en el que también se encuentra un completo y maravilloso documental biográfico sobre el poeta que nos ocupa).


Una curiosa historia acontecida durante su estancia en la cárcel es la de que, al nacer su segundo hijo, su mujer, Josefina, le escribe mediante carta que solo tienen cebollas para comer, a lo que el poeta contestó con "Nanas de la cebolla", y a la que Joan Manuel Serrat le pondría música.

"Entre marzo y septiembre de 1939, Miguel Hernández anotó, en la pequeña libreta que le acompañó en aquellos amargos días de cárcel, un conjunto de 74 poemas que componen el núcleo principal del que después sería su Cancionero y romancero de ausencias. Uno de sus más hermosos y emotivos poemas, el número 41 de la serie, no vería la letra impresa hasta 1961 (diecinueve años después de la muerte de su autor), sin título y sin la primera estrofa, que más adelante quedaría restaurada en esta versión más extensa del poema":

Cuando paso por tu puerta
la tarde me viene a herir
con su hermosura desierta
que no acaba de morir.

Tu puerta no tiene casa
ni calle: tiene un camino
por donde la tarde pasa
como un agua sin destino.

Tu puerta tiene una llave
que para todos rechina.
En la tarde hermosa y grave
ni una sola golondrina.

Hierbas en tu puerta crecen
de ser tan poco pisada,
todas las cosas padecen
sobre la tarde abrasada.

La piel de tu puerta encierra
un lecho que compartir.
La tarde no encuentra tierra
donde ponerse a morir.

Lleno de un siglo de ocasos
de una tarde azul de abierta,
hundo en tu puerta mis pasos
y no sales a tu puerta.

En tu puerta no hay ventana
por donde poderte hablar.
Tarde, hermosura lejana
que nunca podré lograr.

Y la tarde azul corona
tu puerta gris, de vacía.
Y la noche se amontona
sin esperanzas de día.

lunes, 9 de mayo de 2016

Agustín García Calvo


El WOMAD (World Of Music, Arts And Dance), festival cultural creado gracias al polifacético Peter Gabriel, no solo permite conocer las diversas culturas que existen alrededor del mundo, con sus músicas, sus bailes o su gente; también poesía.

Mercedes Peón, cantante e instrumentista gallega, recitaba el pasado sábado un poema de Agustín García Calvo, de quien hablaremos hoy. Es una pena no acordarse de cuál era exactamente, pero por suerte el susodicho autor no solo cuenta con una única composición. Dicho esto, comenzamos.

Agustín García Calvo (Zamora, España, 1926) no solo fue poeta, sino gramático, dramaturgo, ensayista, traductor y pensador. Una vida dedicada a las letras, vaya. Es el autor del famoso "Libre te quiero", poema al que Amancio Prada le puso música.

(El poeta en su casa en un caluroso verano).

Llegó a publicar dieciocho obras, siendo la primera Al burro muerto... (1998) y la última Y más aún canciones y otros juegos (2008). La más importante sea quizás Sermón de ser y no ser (1972), que llegó a su séptima edición en 1995. De manera póstuma -el poeta murió en 2012-  se han publicado Sólo de lo negado (2013), Yo misma (2015) y la reciente Sermón de dejar de ser (2016).

Nos despedimos con un bello poema titulado "Tú, cuya mano..." y el cual podéis escucharlo recitado por la voz del poeta cuyas manos lo escribieron aquí.


Tú, cuyas manos me han bañado
de un fuego transparente las espaldas,
cuyos ojos en claros naufragios hundieron
algunos principios elementales de mi alma,
tú eres mi patria.

Tú, que no tienes apellido,
que no sé si eres pájaro o si alcándara,
que de todos tus brazos las letras de plomo
cayéndose han ido, como si fueran nueces vanas,
tú eres mis padres
y mi patria.

Tú, que ni te acuerdas dónde
tendiste a orear las nubes blancas,
que de tantos amores que tienes confundes
el nombre de todos los días de cada semana,
tú eres mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Tú, que tan dulcemente besas
que el cielo bocabajo se volcaba,
y que no sabía de quién ya la lengua,
de quién la saliva, de puro sabrosa y templada,
tú eres mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Tú, que apacientas calaveras
por las praderas de la verde África
y a los rojos leones les echas pasto
las rosas de leche de aquella luna de Sumatra,
tú eres mi ejército
y mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Eres mi ejército y mis leyes
y mi Dios y mis padres y mi patria,
y el ejército y Dios y las leyes y todas
las patrias y padres se creen que tú no eres nada:
no eres nada.

lunes, 2 de mayo de 2016

Cultivando poesía (V)

De cuando en cuando conviene compartir lo que uno escribe, ora porque quieran recibirse consejos o críticas constructivas, ora porque, simplemente, se quiera compartir, por el mero placer de llevar a cabo el significado de este verbo que tanto, en tan poquitas letras, significa.  Así que ahí van unas letras que, sin razón aparente, quieren ser compartidas.

Quiero,
de ti,
tu beso infinito.

Quiero tus ojos
mirando los míos.

Quiero tus manos
junto a mis manos,
tu rostro
junto a mi rostro.

Quiero soñar junto a ti
y despertar contigo.

Quiero,
eterno,
nuestro camino.