sábado, 2 de abril de 2016

Vicente Aleixandre


Quizás debamos agradecerle a Dámaso Alonso por descubrirnos, casi por crear inconscientemente, a tan brillante poeta como fue Vicente Pío Marcelino Cirilo Aleixandre y Merlo -o, lo que es lo mismo, Vicente Aleixandre-.

Vicente Aleixandre (Sevilla, 1898) descubre a Rubén Darío, a Antonio Machado y a Juan Ramón Jiménez allá por el año 1917, a la edad de diecinueve años, gracias al también poeta recientemente nombrado Dámaso Alonso. Es entonces cuando empieza a interesarse por la poesía. Tanto es así que llegó a obtener el Premio Nacional de Literatura en 1933 por La destrucción o el amor (y el Premio Nacional de Poesía por el mismo libro), el Premio de la Crítica en 1963 por En un vasto dominio y, en 1969, por Poemas de la consumación. Incluso la Academia Sueca le concede el Premio Nobel de Literatura en 1977, gracias al cual se le reconoce universalmente.

(El poeta en el salón de su casa, años ochenta)

Publicó sus primeros poemas en la Revista de Occidente en 1926. Llegó a entablar amistad con contemporáneos suyos, como Federico García Lorca y Luis Cernuda.

Su obra, como la de Juan Ramón Jiménez, se divide en tres etapas: una primera, de poesía pura (con influencias de Juan Ramón, Pedro Salinas y Jorge Guillén); una segunda, de poesía surrealista; y una tercera, de poesía antropocéntrica (hay quien dice que también tuvo otra: de vejez).

Pero no toda la vida de nuestro poeta giró en torno a lo que le da el título de tal, la poesía. Y es que, además de poeta, Vicente Aleixandre fue académico de la Real Academia Española desde 1950, ocupando el sillón de la letra O, y profesor durante dos años en la Escuela de Comercio de Madrid -estudió Derecho y Comercio- desde 1920 hasta 1922. Podríamos añadir incluso la categoría de abiertamente homosexual, aunque la ocultó durante toda su vida, debido al daño que pudieran causarle a su familia. Todo ello causado, claramente, por la época en la que le tocó vivir: la Guerra Civil Española.

(Vicente Aleixandre visitando la tumba de Miguel Hernández)

Vicente Aleixandre muere en la noche del trece de diciembre, tras tres días hospitalizado a causa de una hemorragia intestinal, y enterrado dos días después en el panteón familiar del Cementerio de la Almudena de Madrid.


A ti, viva

Cuando contemplo tu cuerpo extendido
como un río que nunca acaba de pasar,
como un claro espejo donde cantan las aves,
donde es un gozo sentir el día cómo amanece.

Cuando miro a tus ojos, profunda muerte o vida que me llama,
canción de un fondo que sólo sospecho;
cuando veo tu forma, tu frente serena,
piedra luciente en que mis besos destellan,
como esas rocas que reflejan un sol que nunca se hunde.

Cuando acerco mis labios a esa música incierta,
a ese rumor de los siempre juvenil,
del ardor de la tierra que canta entre lo verde,
cuerpo que húmedo siempre resbalaría
como un amor feliz que escapa y vuelve...

Siento el mundo rodar bajo mis pies,
rodar ligero con siempre capacidad de estrella,
con esa siempre generosidad del lucero
que ni siquiera pide un mar en que doblarse.

Todo es sorpresa. El mundo destellando
siente que un mar de pronto está desnudo, trémulo,
que es ese pecho enfebrecido y ávido
que sólo pide el brillo de Id luz.

La creación riela. La dicha sosegada
transcurre como un placer que nunca llega al colmo,
como esa rápida ascensión del amor
donde el viento se ciñe a las frentes más ciegas.

Mirar tu cuerpo sin más luz que la tuya,
que esa cercana música que concierta a las aves,
a las aguas, al bosque, a ese ligado latido
de este mundo absoluto que siento ahora en los labios.

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