jueves, 29 de septiembre de 2016

José Ángel Buesa



Conocido también como "el poeta enamorado", José Ángel Buesa nació en Cuba, concretamente en Cruces, cerca de la ciudad de Cienfuegos, en el año 1910.

Comienza a escribir sus primeros versos a la temprana edad de siete años. Su obra, caracterizada por su profundidad y sensibilidad, fue muy bien recibida por los lectores, aunque no tanto por la crítica, tachándole algunos de "poeta menor, cursi y fácil". Esta misma [su obra] ha sido traducida a diversos idiomas: portugués, inglés, ruso, polaco, japonés y chino.

A la edad de veintidós años empieza a publicar su poesía, con una etapa muy productiva y un éxito abrumador. Tanto, que ha sido considerado como el poeta más popular en la Cuba de su época. Este éxito se vio detenido al tener que abandonar Cuba y trasladarse a España, El Salvador y, finalmente, Santo Domingo, donde moriría a los setenta y dos años en 1982.

Sus obras principales son: La fuga de las horas (1932), Misas paganas (1933), Babel (1936), Canto final (1936), Oasis (reeditado en más de veintiseis ocasiones), Hyacinthus, Prometeo, La vejez de Don Juan, Odas por la victoria y Muerte diaria, todas ellas publicadas en 1943.

Una curiosidad acerca de Buesa es que se dice que sus versos fueron los primeros en aparecer en la televisión Cubana en el año 1961.



La sed insaciable

Decir adiós... la vida es eso.
Y yo te digo adiós, y sigo...
Volver a amar es el castigo
de los que amaron en exceso.

Amar y amar toda la vida,
y arder en esa llama.
Y no saber por qué se ama...
Y no saber por qué se olvida...

Coger las rosas una a una,
beber un vino y otro vino,
y andar y andar por un camino
que no conduce a parte alguna.

Buscar la luz que se eterniza,
la clara lumbre duradera,
y al fin saber que en una hoguera
lo que más dura es la ceniza.

Sentir más sed en cada fuente
y ver más sombra en cada abismo,
en este amor que es siempre el mismo,
pero que siempre es diferente.

Porque en sordo desacuerdo
de lo soñado y lo vivido,
siempre, del fondo del olvido,
nace la muerte de un recuerdo.

Y en esta angustia que no cesa,
que toca el alma y no la toca,
besar la sombra de otra boca
en cada boca que se besa...


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