sábado, 1 de abril de 2017

De Sabina a Krahe


Hace ya dos años que el gran Krahe nos dejó, pero eso no significa que no podamos seguir disfrutando de él.

Sabina le dedicó unos versos, no sabemos si antes o después de tal suceso, que tan bien sirven para no olvidarnos ni de uno ni de otro. Llevan por título "A sílabas cuntadas".

No dejaré sin contestar tu carta
a sílabas cuntadas, maestría,
que le debemos, buen rayo te parta,
entrambos al mester de germanía.

Derogo desde el alma del delito,
el blindaje contrito que te agravia:
a mí también me falta tu gambito
de dama y los rigores de tu labia.

¿Con quién bailar la jota en esperanto?
sigues siendo mi gripe, mi vacuna
Y el prota al alimón de mi novela.

La purga, el catalejo de mi canto,
mi murga, mi aparejo de fortuna
y el padrino más viejo de Carmela.

(Javier Krahe y Joaquí Sabina).

Lo que sí sabemos es que, cuando el cantautor madrileño falleció, Sabina dijo lo siguiente:

“Desde que he sabido que Javier Krahe nos ha dejado, y después de hablar un rato con su mujer, no hago más que pensar que cada día estoy más solo, más huérfano de la gente que uno más quiere y más admira. Krahe ha sido uno de los mayores lujos de mi vida. En los últimos años hemos estado más separados, por la distancia y por alguna tontería de esas nuestras.

La Mandrágora era él, era Javier Krahe. Porque Alberto simplemente cantaba sus canciones, y yo absorbía todo lo que era capaz de aprender de Krahe. Lo que a mí realmente me cambió en aquella época y para siempre fue Javier Krahe. En La Mandrágora nació una amistad estrecha y muy especial, cada vez que escribo un verso pienso qué le va a parecer a Krahe. Lo tengo siempre en la cabeza como una guía íntima, como alguien que no me va a permitir hacer el ridículo. Krahe representa el rigor, el honor, el humor más inteligente, la aspiración a lo mejor en todo lo que uno hace, por eso hoy la música, la poesía, el humor, el cinismo, la decencia y el saber vivir están absolutamente de luto”.


(Teresa Cano, Joaquín Sabina y Javier Krahe en Almería, 1983).

Y sabiendo que para él, para Sabina, Krahe lo era todo, le dedicó otros versos.

Dos sonetos y un brindis para Krahe

1.
Lo quemaron en la hoguera, por blasfemia,
los esbirros tridentinos de la fe,
los licores del amor y la bohemia
maquillaban sus arrugas y su sed.

Conjuraba con su verbo la epidemia
de un decenio tan vulgar y tan fané,
con su canto, su orfandad, su polisemia,
les quitó a las semifusas el corsé.

Qué más puedo decir, era mi hermano,
mi cómplice, mi cuate, mi maestro,
en un bar sin ventanas a la RAE.

Competía con Brassens cada verano,
tan anarquista y, sin embargo, diestro
en el apocalipsis según Krahe.

2.
Lo quise tanto que lo odiaba a veces
porque era tan mejor que me borraba,
multiplicó mis panes y mis peces
y temprano acabó lo que se daba.

Me quedé con el ruido, él con las nueces,
yo con el mal menor, él con las bravas,
ambos contra la gola de los jueces,
hasta en el diccionario cuecen habas.

Ejercí de escudero de su arte,
él me trataba como al pijoaparte,
amaba ser Caín si yo era Abel.

Cada cual a su forma y a su modo
compartimos buñueles contra nodos,
nunca tendré un compadre como él.

Brindis

Brindo por la razón del imprudente,
por las cartas de amor de los soldados,
por el voto con dos dedos de frente,
contra el olvido de los olvidados.


¿Habrá algo más que no haya compartido el poeta?

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