miércoles, 22 de enero de 2020

Juan Ramón Jiménez y la vil pianola


Si por algo es conocido Juan Ramón Jiménez, es por el rigor que tenía a la hora de escoger las palabras. Y la prueba de ello la tenemos en la siguiente nota a sus vecinos, que venían de Cuba y, como no podía ser de otra manera, tocaban y bailaban música día sí y día también:

Queridos vecinos:

Desde que les regalaron a ustedes esa vil pianola, la casa ha perdido toda su dignidad. Esto es a todas horas, y por virtud de ustedes, un cine, un "cabaret". ¡Qué lata y qué niñería permanentemente de musiquillas de cuplés y de baile americano! Hablar a ustedes de derechos y deberes de vecinos que viven en una misma casa, que pagan lo mismo, etc., sería absurdo, puesto que en España esas cosas no tienen sentido y, aquí, el que trabaja en serio tiene que hacerlo ¡ay! a salto de mata, a deshora, sin ritmo, como Dios quiera. Prescindo de ello, por lo tanto. Pero como mientras la pianola de ustedes, toca y toca durante doce horas al día, yo no puedo hacer nada, me voy a dedicar a ponerme a tono con ustedes. Y el tono será el de los platillos y el redoblante. Así es que en cuanto ustedes empiecen con su pianola, empezaré yo con tambor y metal. Se lo aviso a ustedes de antemano, no se asusten y tengan que llamar a la Casa de Socorro, o para que preparen algodones y demás, porque el ruido va a ser tempestuoso, diluviano, apocalíptico.

Su desocupado y envilecido vecino,

Juan Ramón Jiménez.

Parece increíble cómo hasta una nota quejándose de sus vecinos puede acabar convirtiéndose en una pieza artística más. Pero ¡he ahí al verdadero poeta! Gracias, Juan Ramón. Gracias.

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