¡Qué bien sienta la poesía! Poder decirlo todo, escondiendo verdades entre versos, haciendo magnánimo un sentimiento, noble un pensamiento; saber que a quien va dedicado el poema no sabe que va para él -o para ella-.
Esperemos que con este poema ella -o él- sí sepa que estos versos son todo suyos; los míos, de momento, me los voy guardando.
Mis ojos,
es decir,
estos ojos que te miran desde lejos,
no son sino el mar que te mira,
pero no te ve.
Yo,
es decir,
este que está de ti tan cerca,
no soy sino el rumor lejano
que suspira allá,
a lo lejos,
como queriendo llamarte,
pero sin decir tu nombre.
Tú,
es decir,
esta que está de mí tan cerca,
no eres sino el mar que me mira
y me ve,
que me oye
y escucha mi suspiro,
aun cuando en mi suspiro
no va escrito tu nombre.
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