lunes, 4 de septiembre de 2017

José Luis Hidalgo


La muerte suele resultar nefasta y razón de poca simpatía. Pero no para José Luis Hidalgo -al menos artísticamente hablando-.

José Luis Francisco Hidalgo Iglesias de nombre completo (Cantabria, 1919) quedó huérfano de madre a muy corta edad. Además, su participación en la Guerra Civil le impregnó de sensaciones e imágenes horribles. Todo ello en su conjunto le ayudó a sacar su faceta creativa, tanto poética como artística, cultivando la poesía y la pintura a partes iguales. 

Es considerado como uno de los mejores representantes de la poesía existencial española de posguerra y precursor de la denominada "Quinta del 42".

Publicó cuatro libros: Raíz (1944), Los animales, Los muertos y Canciones para niños (1951). Además, es autor de la novela La escalera, única del género dentro de toda su obra. Está fechada el 12 de enero de 1946 en Valencia, apenas un año antes de su fallecimiento.

(Monumento en Santander, en el Parque de Mesones, obra de Jesús Otero).

Cabe destacar su poema "Estoy maduro", poema en el que asume que su momento llegaría antes de lo naturalmente esperado -murió a la edad de veintisiete años a causa de neumonía, siendo la mayor parte de su obra publicada de manera póstuma- y "Te busco", poema que nos permite acercarnos a su percepción del fin.

Debido a su escasa obra y a la brevedad de cada composición, nos despediremos con los mismos.


Estoy maduro

Me ha calentado el sol y a tantos años
que pienso que mi entraña está madura
y has de bajar, Señor, para arrancarme
con tus manos inmensas y desnudas.

Pleno y dorado estoy para tu sueño;
por él navegaré como una luna
que irá brillando silenciosamente,
astro frutal sobre tu noche pura.

Una nube vendrá y acaso borre 
mi luz para los vivos y, entre lluvia,
zumo dulce de Ti, te irá cayendo
la savia de mi ser, como una música.

Será que estaré muerto y entregado,
otra vez, a la tierra de las tumbas.
Pero, sangre inmortal, mi roja entraña
de nuevo quemará tu luz futura.


Te busco

Déjame que, tendido en esta noche,
avance, como un río entre la niebla,
hasta llegar a Ti, Dios de los hombres,
donde las almas de los muertos velan.
Los cuerpos de los tristes que cayeron,
helados y terribles me rodean;
como muros, encauzan mis orillas,
pero tengo desiertas mis riberas.
Yo no sé donde estás, pero te busco;
en la noche te busco, y mi alma sueña.
Por los que ya no están, sé que Tú existes
y por ellos mis aguas te desean.
Y sé que, como un mar, a todos bañas;
que las almas de todos Tú reflejas
y que a Ti llegaré cuando mis aguas
den al mar de tus aguas verdaderas.


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