viernes, 16 de marzo de 2018

Julia de Burgos


Como sacada de una historia de García Márquez, la entrada de hoy trata sobre Julia de Burgos (Puerto Rico, 1914 - 1953), cuyo legado aún sigue descubriéndose.

Cristina Pérez Jiménez, profesora de inglés en Manhattan College, encontró dos textos mientras buscaba información para el libro que se encuentra escribiendo sobre la identidad cultural de la comunidad latina emigrante en Nueva York durante las décadas del 30 y 40.

Pero ¿quién fue Julia de Burgos?


Considerada como una de las poetas más importantes del país, publicando únicamente dos poemarios y algunos poemas sueltos, podemos hacernos una idea de la importancia de su obra.

Fue la primera de trece hermanos en cursar estudios universitarios, llegándose a graduar como maestra a los 19 años de edad. Debido al profundo amor que sentía por la literatura, viajó por todo Puerto Rico dándose a conocer y organizando sus propios recitales.


Hasta que un 6 de julio de 1953 se desplomó en una acera neoyorquina y murió de pulmonía el mismo día en el hospital Harlem de Nueva York. Debido a que nadie reclamó su cuerpo y tampoco llevaba ninguna indentificación, fue enterrada bajo el nombre de Jane Doe, hasta que unos amigos la rastrearon y llevaron sus restos a Carolina, su ciudad natal, levantando un monumento en su honor.

Y he aquí los tintes del escritor colombiano: los textos fueron encontrados en un calendario: en el mes de febrero apareció "La novia del campo", un cuento escrito en prosa poética que retrata la pérdida de la inocencia de una niña mientras al adentrarse en un campo; y bajo el mes de diciembre y dedicado a Minerva Muñoz, hija de uno de sus amores, el poema titulado "Pequeño viaje a tu alma".



Pequeño viaje a tu alma

Aún no te he visto, flor,
pero mi alma
ha vibrado en el silencio con la tuya.
¿Me preguntas por qué? Vas en la imagen 
del que dio vida y forma a tu escultura.

De ese padre poeta que en el sueño 
va colgado de ti como la espuma
de algún río que boga claridades
retosando de amor en tu ternura.

Siempre vas por sus ojos cual alondra
recién hecha de trinos en su ruta.
Es tu helénico nombre de Minerva
la más íntima nota de tu musa.

Llegaste a mí cual lirio, por su labio:
y en sus ojos abiertos de dulzura
tu historia descubrí, desde que hoy eres,
hasta el primer llantito de tu cuna.

¿Y por qué esta locura de quererte?
No ser madre es mi blanca desventura,
y de todos los niños de la tierra
quiero ser, cual de ti, pecho que arrulla.


Dedicado a Minerva Muñoz
En Nueva York, 12 de octubre de 1948.








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